sábado, 5 de septiembre de 2015

CRÓNICA DEL XIII PARLAMENTO NACIONAL DE ESCRITORES DE COLOMBIA



“Un poeta en
Cartagena de Indias” (I)

Del 12 al 15 de agosto de 2015 se llevó a cabo en la hermosa ciudad de Cartagena de Indias, el XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. Al encuentro asistieron escritores de todas las regiones de Colombia y también representantes de diferentes países. He aquí, en su primera parte, la crónica personal de un escritor uruguayo.


Por Fernando Chelle

El gallo ya cantó, me dijo el guardia de seguridad del aeropuerto de Cartagena de Indias, la mañana del 12 de agosto de 2015. Eran las seis, yo me había quedado dormido sobre un banco. Había llegado en la madrugada y debía esperar a la mañana, para dirigirme al hotel Stil Cartagena y reportarme como uno de los asistentes al XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. Como todavía era temprano, busqué una de las mesas de la tienda Juan Valdés que estuviera cercana a un enchufe y aproveché para tomarme un capuchino y cargar el teléfono. A las ocho y media, ya estaba subido en el taxi y me dirigía al hotel. Me llamó la atención que el moreno conductor me dijera, cuando le indiqué la calle 34, que allí no tenían la costumbre de indicar o señalar los sitios por calles, sino por referencias o cercanías a otros lugares. Esto que es tan común en ciudades pequeñas, donde todos los lugares son conocidos, me sorprendió que lo fuera en una ciudad de más de un millón de habitantes. Las primeras cuadras que pude observar de la ciudad, una vez que el taxi abandonó definitivamente el aeropuerto, no se diferenciaban demasiado de otras urbes colombianas que yo ya conocía. La gente vestía de la misma forma que en otros lugares de tierra caliente, los vendedores ambulantes parecían repetirse, lo mismo que los clásicos puestos de comidas y de venta de minutos. Todo cambió cuando el taxi tomó por la costa de la ciudad y mis ojos pudieron divisar el esplendor del Mar Caribe y esa centenaria muralla patrimonio de la humanidad. Al principio, a la muralla la divisaba de lejos, a mi izquierda estaba la ciudad y a la derecha el mar. Cuando nos detuvimos en un semáforo, me entretuve mirando unos pelícanos que estaban en la costa parados sobre unas piedras. Unos parecían estar petrificados, otros eran mecidos suavemente por las aguas y había uno que desplegaba sus enormes alas como aprontándose para volar. El taxi dobló a la izquierda y la muralla quedó a mi derecha, próxima. Si bien estaba a cierta distancia, por un momento, y no sé por qué, me sentí como el Joven Ernesto en “Los ríos profundos” de Arguedas, cuando caminaba frente a aquel muro del Cuzco y se deslumbraba con las líneas que dejaban las junturas de los bloques de rocas. Al hotel lo reconocí ya desde el taxi, había visto sus fotos en internet y me había llamado la atención una inmensa pintura de una mujer negra con un prisma de colores en las manos, que se encuentra en una de las paredes laterales de la edificación. No solo el hotel había visto en internet, también conocía las caras y me había ocupado de leer algunas obras, de los miembros de la Asociación de Escritores de la Costa, organización responsable del Parlamento. La primera cara conocida que vi fue la del profesor Juan Gutiérrez Magallanes. Estaba parado en la puerta del Hotel Stil, vestido completamente de blanco, atuendo característico de muchos hombres costeños. Me acerqué hacia él y me presenté, se mostró muy amable y me indicó la recepción del hotel, lugar donde me tenía que dirigir para reportarme. Ese miércoles apenas nos saludamos con Juan Gutiérrez, pero dos días después íbamos a tener la oportunidad de caminar unas cuadras por el centro histórico, rumbo al Colegio Mayor de Bolívar, conversando del barrio Getsemaní, de un diplomático que había llegado quien sabe de donde en ese momento a la ciudad y por eso el tránsito estaba interrumpido y de la figura del Pepe Mujica. En la recepción del hotel, mientras buscaban mi nombre en la lista de invitados, conocí dos escritores argentinos, de la Provincia de Santa Fe, la narradora Artemia Luisa Spangenberg y el poeta Héctor de León. En ese momento no imaginaba que estos dos amigos rioplatenses, junto al querido profesor y poeta cartagenero Argemiro Menco Mendoza, serían mis compañeros de almuerzo en mis días por la costa. Antes de que me indicaran definitivamente mi habitación, junto con Artemia y Héctor subí al tercer piso del hotel. Allí, además de recibir una carpeta con materiales, la credencial que me identificaba y los correspondientes bonos de comidas, también me encontré con algunos escritores de la costa atlántica colombiana que yo, como ya dije, identificaba por haberlos visto en fotografías. Estaba Enrique Jatib, con quien estuve conversando brevemente sobre los distintos eventos, Antonio Mora Vélez, uno de los padres de la ciencia ficción colombiana, a quien apenas tuve la oportunidad de saludar y el propio Joce G Daniels G (Marqués de la Taruya), quien para sorpresa mía me reconocía. Con Daniels, luego tuve el placer de conversar el viernes 14 en un restaurante del barrio Getsemaní, después de mi lectura en la Plaza de la Trinidad y fue quien me acompañó en la presentación de mi libro “El cuento fantástico en el Río de la Plata”, que se llevó a cabo el sábado 15 por la mañana en la Casa‑Museo Rafael Núñez.
Este encuentro de escritores colombianos y extranjeros que se desarrolla todos los años en el mes de agosto en la ciudad de Cartagena de Indias presenta en cada una de sus ediciones unos ejes temáticos determinados que son desarrollados por los diferentes panelistas. Este 2015, los temas fueron: el centenario del nacimiento del compositor José Benito Barros Palomino, el centenario de la publicación de la Metamorfosis, de Franz Kafka y la exaltación de la vida y obra de Giovanni Quessep Esguerra y de Andrés Elías Flórez Brum. A estos temas tenemos que sumarles las diferentes presentaciones de libros y los distintos recitales de poesía que se hicieron durante todos los días que duró el Parlamento. También en este 2015, junto al Parlamento tradicional, se realizó por primera vez el Parlamento Joven, que sesionó en sitios alternos.
El hotel en el cual nos alojamos está ubicado en el centro histórico de Cartagena y la gran mayoría de las actividades que se realizaron fueron en lugares cercanos al hotel. La primera actividad, el miércoles 12 de agosto, se realizó en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. No me fue difícil llegar hasta allí, y el camino desde el hotel fue realmente grato. Me había encontrado por casualidad, con la poeta yopaleña Pilar León Martínez, quien al siguiente día presentaría, en la misma universidad, su poemario “El otro color del infinito”. Con ella fui caminando y charlando hasta llegar a la Tadeo, como comúnmente se identifica a ese centro de estudios. El barrio histórico es realmente mágico, y si bien mientras caminaba iba sufriendo de un intenso calor, me sentía extasiado por ese viaje en el tiempo que supone introducirse en medio de esas estrechas calles, donde todavía transitan antiguos carruajes tirados por caballos y donde las viejas casas de arquitectura colonial, enamoran a cualquier visitante. Mientras caminaba recordé a Gabriel García Márquez, de quien se cuenta que solo le bastó cruzar las murallas para enamorarse de esta ciudad, y pensé que no era para menos. Y es que es todo, no solo las casas con sus balcones floridos y las calles adoquinadas, son las antiguas iglesias, las ventanas de madera tallada, los inmensos portales y hasta la estética de los diferentes comercios, como hoteles, bares, restaurantes y heladerías que hay en el lugar. En fin, la caminata me sirvió para comprobar que existe un mundo mágico y antiguo, que vive a las costas del Mar Caribe, cercado por una muralla.
Llegamos con Pilar a la universidad aproximadamente a las 2 y 20 de la tarde. La actividad comenzó puntual a las 2 y 30. Allí nos encontramos gran parte de los asistentes al Parlamento, no todos, ya que algunos escritores todavía no habían llegado a la ciudad. Estaban algunos integrantes de la comisión directiva de la Asociación de Escritores de la Costa, los miembros del Parlamento Joven y los numerosos escritores nacionales y extranjeros. El periodista y escritor cienaguero Delfín Sierra Tejada fue el encargado de moderar esta y la mayoría de actividades literarias del Parlamento y también fue el maestro de ceremonia en la gala de instalación oficial, que se llevó a cabo ese mismo día en el teatro Adolfo Mejía. Uno a uno, los participantes nos presentamos y luego comenzaron las diferentes exposiciones. En primer lugar, escuchamos al presidente de la Academia de Historia de Ocaña, el escritor Luis Eduardo Páez García, que leyó una brillante ponencia, titulada “El quehacer del escritor en Provincia: soledades y desengaños”. También de gran nivel fue la segunda intervención de esa tarde, la del escritor, historiador y crítico de la literatura del Caribe, el señor Roberto Montes Mathieu. Habló de los 200 años del nacimiento del escritor y político, Manuel María Madiedo, y del triste olvido en que se lo ha tenido dentro de la cultura colombiana. La última participación de esa tarde le correspondió al escritor y documentalista de Popayán, Gerardo Frey Campo, que se refirió a la nueva poesía juglar y recitó algunos de sus poemas. Tuve la dicha de que Gerardo me regalara su obra “Ritual del silencio”, aunque en la dedicatoria cometiera una equivocación y comenzara diciendo: “Al poeta argentino Fernando…”, pero bueno, lo importante es la actitud, como dicen por ahí.
Debíamos apurarnos, esa primera actividad duró hasta las 5 de la tarde, y la denominada “Gala blanca”, que se desarrollaría en el Teatro Adolfo Mejía y con la que se instalaría oficialmente el XIII Parlamento Nacional de Escritores de Colombia, comenzaría a las 6. Conocía perfectamente el camino de regreso al hotel, pero de todas formas, junto con otros escritores amigos, decidimos desviarnos al menos un par de cuadras para seguir disfrutando del pintoresco paseo. Allí, junto conmigo iban: la poeta caleña Mónica Patricia Ossa Grain, el escritor y poeta Ibaguereño Alirio Quimbayo Durán, el Poeta Bardo Adalin Aldana Misath (quien también tuvo la gentileza de regalarme dedicado su último trabajo “Las alas del viento”). En un momento acertamos a pasar por la Plaza de Santo Domingo, donde se encuentra la iglesia del mismo nombre. Allí conocimos a Gertrudis, una gordita completamente desnuda, tumbada de costado y apoyada sobre uno de sus codos. Se trata de una escultura de Fernando Botero que, según nos dijeron, tiene un peso de 650 kilos y está en la plaza desde el año 2000. Por supuesto que nos tomamos fotos. Yo desconocía la creencia popular que sostiene que hay que tocarle los senos a la gordita para asegurarse largas relaciones amorosas, así que mis fotos fueron muy formales. Mis amigos, Alirio y Adalin se ve que estaban al tanto de la creencia o quisieron tomarse fotos graciosas porque no dudaron en descansar sus manos en los voluptuosos senos de Gertrudis y posar sonrientes para la cámara.
Del hotel al teatro, también me fui caminando, esta vez acompañado nada más y nada menos que por el maestro de ceremonia, el ya mencionado Delfín Sierra Tejada y por el vicepresidente del Parlamento, el escritor, investigador y docente bolivarense Rogelio España Vera. En el camino, Delfín me comentó de su proyecto radial‑cultural Delfín Stereo en la web, que sale al mundo desde Ciénaga‑Magdalena, y me invitó cordialmente a colaborar, si así lo deseaba, con algún texto. De manera que estas líneas que está leyendo, querido y desocupado lector, guardan la firme esperanza de algún día tener eco en ese proyecto cultural cienaguero. Paso a paso llegamos al teatro. Si bien yo ya estaba deslumbrado con la arquitectura de las casas de la zona amurallada, me faltaba todavía impresionarme con esta magnífica edificación. Me comentaron que su diseño está basado en el teatro Tacón de La Habana, de estilo italiano pero con una fuerte influencia caribeña, y que su arquitecto, Luis Felipe Jaspe, es responsable también de la icónica Torre del Reloj y de la Puerta de la Boca del Puente. A la fachada la adornan hermosas esculturas de las musas, allí, a los pies de Euterpe, antes de entrar a ese templo de las artes escénicas, me tomé una foto junto al poeta Gonzalo Alvarino Montañez. Al levantarse el telón, quedó al descubierto una mesa blanca, donde se encontraban ubicados: la poetisa Guiomar Cuesta Escobar (Presidente Honoraria del Parlamento en este 2015), el escritor Andrés Elías Flórez Brum (a quien se reconoció con la entrega del “Libro de Oro”), el escritor José G. Daniels G (Presidente del Parlamento), el escritor Antonio Mora Vélez (Canciller del Parlamento) y el escritor Félix Manzur Jattin (Presidente Honorario del próximo Parlamento). Como ya dije, uno de los temas elegidos para esta edición 2015 del Parlamento fue el centenario del nacimiento del compositor José Benito Barros Palomino. En esa noche se interpretó parte de su obra, primero lo hizo un grupo de estudiantes cartageneros que cantaron y danzaron y luego un grupo musical llamado “Black dew trío”. Todos los integrantes de la mesa que referí dieron sus discursos. Hubo algunos reconocimientos, entre los que destaco el del “Libro de oro” a Andrés Elías Flórez Brum. Leyeron sus poemas esa noche: la poeta de Medellín, Anna Francisca Rodas Iglesias, la mexicana Francia Perales (Parlamento Joven), la barranquillera Laura Luz Ballestas Gil (Parlamento Joven), la también barranquillera Susana Jiménez, la argentina Yamila Silvero y el poeta cartagenero Pedro Blas Julio, un poeta que si lo hubiera visto Federico García Lorca, no hubiera dudado en decir que tiene duende.

Artículo publicado en la revista digital Vadenuevo www.vadenuevo.com.uy . Septiembre de 2015. Disponible: Aquí 


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